“Nuestro mundo es un mundo que existe en el espacio, y un mundo sin espacio es literalmente inconcebible. Dada esta verdad básica, está claro que vivir en el mundo requiere algún tipo de funcionamiento espacial”. (Newcombe y Shipley, 2015).

En palabras de Halpern et al. (2007), el procesamiento visoespacial es una habilidad fundamental para el desarrollo adecuado de tareas cotidianas específicas, en el área académica y determinadas áreas profesionales. Algunas de estas tareas cotidianas específicas serían ubicarnos y desplazarnos por un entorno nuevo o desconocido, saber leer un mapa, interpretar las indicaciones de una dirección, comprender el plano de una casa, manipular ciertos objetos o repetir los pasos de un baile. Sin embargo, hay tareas académicas como leer, escribir, resolver problemas matemáticos (en definitiva, dotar de sentido a símbolos como los números y las letras) que también nos sirven para podernos desenvolver en nuestra vida cotidiana. De esta manera, podríamos inferir que las habilidades visoespaciales, nos sirven para convertirnos en seres autónomos e independientes.
El ser humano puede ser uno de los mamíferos que nacen más inmaduros, dependientes y con menos conductas innatas. Esto quiere decir que, la mayoría de nuestras conductas adaptativas son fruto del aprendizaje, de la experiencia o como decía Piaget, de la interacción con el mundo físico. Por lo tanto, como tantas otras habilidades humanas, el razonamiento visoespacial no solo es maleable a partir del entrenamiento, sino que éste debe ser adaptado a la etapa evolutiva en la que la persona se encuentre.
En este sentido, el arte es una de las formas más primitivas y completas con las que se puede practicar. A través de éste analizamos el mundo que nos rodea, observamos sus formas, tamaños, distancias, e incluso, dónde estamos nosotr@s mism@s con respecto a él.
Más allá del juicio estético, las representaciones que hacemos (ya sean en pintura, dibujo, escultura..) son relaciones que establecemos sobre lo que estamos percibiendo, y aunque podamos verbalizar y describir lo que percibimos (ancho, grande, arriba, abajo, rojo…), en realidad, son cualidades visuales abstractas, por lo que se consideran de naturaleza presemántica. ¿Esto qué quiere decir? Pues que, como bien indica Urchegui (2018), antes de aprender a escribir y a leer, el arte se vuelve una herramienta de expresión universal a través de la cual podemos representar nuestro mundo (interior y exterior) cuando las palabras no existen, o directamente, cuando éstas no funcionan.